Identidad y Carisma
Las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Inmaculada, por inspiración del Espíritu Santo, en la persona de la Venerable Sierva de Dios María Francisca de las Llagas Cornejo Pazmiño, tienen como carisma ADORAR, REPARAR Y SERVIR FRANCISCANAMENTE. Carisma, que surge de la mirada y escucha atenta de los acontecimientos y signos de los tiempos, con unos rasgos característicos, que las identificarán en el tiempo y en el espacio.
ADORAR
REPARAR
SERVIR
Adorar a Dios en espíritu y verdad con puro corazón, porque es preciso orar siempre sin desfallecer, pues el Padre busca tales adoradores. (cf. 1R 23,11). La adoración se da en esa humildad esencial, que maneja la persona, que vive con sinceridad su vida consagrada (Cf. La Fuerza de la Vocación del Papa Francisco, 2018 pág. 59).
Reparar, es la toma de conciencia, de que nuestra vida consagrada es estar
crucificada con Cristo (Cf. Gal 2,19). Es desagraviar al Santísimo Sacramento en
la Eucaristía y restaurar la imagen de Cristo ultrajado en los hermanos. El
desagravio, no solo es resarcir la ofensa cometida contra Dios, sino también una
comunión de amor y dolor con Cristo ofendido en los hermanos. Estamos llamadas
a reproducir como Francisco, las llagas de Jesús; él en su cuerpo y nosotras en el
alma.
Hoy la reparación se expresa también en la capacidad de humanizar desde la
ternura de Dios: “Como un padre siente ternura por sus hijos, el Señor siente
ternura por sus fieles” (Sal 103,13); por lo tanto, “el primer objetivo de la vida
consagrada es el de hacer visible las maravillas que Dios realiza en la frágil
humanidad de las personas llamadas” (Anunciad N° 9).
Servir, consiste en anunciar el Santo Evangelio a los hermanos, siendo portadores de la paz y el bien, dando testimonio de minoridad, mansedumbre, sencillez y alegría, confianza y abandono en la Providencia del Padre Bueno. “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). Y a la luz de la espiritualidad de Nuestra Madre Fundadora: “Aprenda a servir a Dios como él quiere, aceptando la cruz que él nos manda y no la que buscamos” (Carta 20-IV-1945).
De esta manera, el Carisma Reparador se caracteriza por ser oblativo, dinámico y
siempre actual, que engendra vida como savia que recorre el ser y quehacer de la
hermana franciscana, que a ejemplo de Jesús, sale al encuentro del hermano que sufre
el dolor del abandono, la indiferencia, la injusticia, la discriminación, la herida del
propio pecado y todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio, para restaurar
y devolverle la dignidad de hijo muy amado de Dios, dejando huellas de su amor
misericordioso (Cf. EG 21).
Cabe considerar, que la espiritualidad franciscana es la fuente donde se enraíza el
carisma reparador; María Francisca de las Llagas Cornejo Pazmiño sigue a Cristo al
estilo de Francisco de Asís. Es decir, el carisma franciscano reparador, se fundamenta
en una espiritualidad de encarnación, centrada en Cristo; por lo tanto, Eucarística,
contemplativa y profética desde el evangelio; comprometida con la defensa y respeto
de la dignidad humana, que reúne a todos en una fraternidad universal: ser hermano de
todos.
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